EL REVERSO INEVITABLE DE LA CONSTRUCCIÓN
Verónica Rosero
Publicado originalmente en: http://www.metalocus.es. METALOCUS, Revista Internacional de Arquitectura, Arte y Ciencia. España. Junio 2011. English version: "The inevitable face of construction"
Pruitt-Igoe representó un supuesto triunfo del postmodernismo sobre el modernismo, y su discurso venía acompañado de la memoria como el punto central del debate del pensamiento postmoderno, una memoria enraizada en la nostalgia de las ruinas de la antigüedad. Este debate se produce en un contexto en el cual la voluntad de realizarse a través de los medios, de ser “inmortal” se vuelve compulsiva. En 1980 un grupo de artistas llamado Teilbereich Kunst hacen referencia en su exposición al nombre Heróstrato. Sentenciado a muerte 2000 años atrás (365 dC), tras quemar el templo de Artemisa en Ephesos, este personaje cometería tal atrocidad con el único fin de asegurarse un lugar en la historia. Heinz Schutz compara a Heróstrato con Pruitt-Igoe: Ruina = Fama[6]. Ambos condenados al olvido, entraron en la historia irrefutablemente.
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Publicado originalmente en: http://www.metalocus.es. METALOCUS, Revista Internacional de Arquitectura, Arte y Ciencia. España. Junio 2011. English version: "The inevitable face of construction"
Giovanni Battista Piranesi
“Roma
quanta fuit ipsa ruina docet”
Lo que fue Roma, su grandeza inconmensurable,
queda patente en la calidad de sus restos. [1]
La ruina, no sólo es la reliquia de un pasado ideal, también
representa la muerte natural de la arquitectura. Su importancia se marcó en el
mundo renacentista cuando se miraba con nostalgia las ruinas del mundo
greco-romano. La conciencia arqueológica estaba direccionada hacia ellas; tanto
así que el culto a las ruinas engendró un género específico, la “pintura de
ruinas”, como es el caso de G.B. Piranesi o Hubert
Robert, quienes encontrarían en las ruinas la inspiración para su trabajo.
“Architectural Landscape
with a Canal”. Hubert Robert, 1783
Las ruinas invitaban a la emulación del presente, pero eran fundamentalmente
un emblema de la caducidad de las empresas humanas. Sin embargo, esta
degradación lenta y melancólica, no parece obedecer a la dinámica cultural de
la modernidad. Nuestro mundo contemporáneo privilegia la destrucción súbita y
violenta. Las guerras del siglo XX, bajo un paradigma sostenido de destrucción
agresiva, arrasaron poblados enteros, lo que produjo cambios fundamentales en
la arquitectura y en el urbanismo.
A inicios del siglo XXI fuimos testigos del atentado de las torres
gemelas. Este suceso que produjo un impacto emocional superior al de ninguna
otra destrucción arquitectónica, recuerda en conjunto al fuego y azufre sobre
Sodoma y Gomorra, las llamas o rayos que según relatos derribaron la torre de
Babel, los infernales edificios volcán fantaseados por El Bosco y al ataque sin
sentido de Guernica. [2] Nada
esperanzador, el siglo XXI llega además de la mano de reales amenazas por el
colapso ecológico y los conflictos bélicos.
Bombardeo de Guernica. Guerra
civil española. 1937
“Guernica”. Pablo Picasso. 1937
Unas décadas atrás, este
recurrente pensamiento apocalíptico podemos apreciarlo en el documental
Kooyaanisqatsi[3] cuyo
director, Godfrey Reggio, produciría el film en la época de pleno debate de lo
postmoderno sobre lo moderno. Koyaanisqatsi, con su claro mensaje moral sobre
el estado de la cultura de las grandes ciudades, y con un velado mensaje
semiótico sobre lo postmoderno, nos deja para el debate un controversial
episodio del documental: la demolición de Pruitt-Igoe[4],
ante la cual, el público somos espectadores omniscientes del espectáculo. Tras
dos décadas de enraizados problemas no sólo socio-económicos, sino también de raza
y de género, Pruitt-Igoe se vino abajo junto con las políticas fallidas de
vivienda que lo generaron. Pocas imágenes en la historia de la arquitectura son
tan impactantes como aquella demolición en 1972. Pruitt-Igoe, icono y mito
arquitectónico a la vez[5],
es la metáfora del Apocalipsis de Koyaanisqatsi, pero es también la fascinación
de la imagen, es la imagen en sí misma, la explosión arquitectónica, la ruina
en pleno momento de creación.
“Pruitt-Igoe”
proyecto de Minoru Yamasaki demolido entre 1972 y 1975. “Pruitt-Igoe”
1968. Niños pintando la zona de juegos como parte de un proyecto escolar. Fuente:
St. Louis Post Dispatch
Pruitt-Igoe representó un supuesto triunfo del postmodernismo sobre el modernismo, y su discurso venía acompañado de la memoria como el punto central del debate del pensamiento postmoderno, una memoria enraizada en la nostalgia de las ruinas de la antigüedad. Este debate se produce en un contexto en el cual la voluntad de realizarse a través de los medios, de ser “inmortal” se vuelve compulsiva. En 1980 un grupo de artistas llamado Teilbereich Kunst hacen referencia en su exposición al nombre Heróstrato. Sentenciado a muerte 2000 años atrás (365 dC), tras quemar el templo de Artemisa en Ephesos, este personaje cometería tal atrocidad con el único fin de asegurarse un lugar en la historia. Heinz Schutz compara a Heróstrato con Pruitt-Igoe: Ruina = Fama[6]. Ambos condenados al olvido, entraron en la historia irrefutablemente.
La destrucción arquitectónica y urbana ha venido obedeciendo a diferentes
causas o invariables, ya sea guerras, desastres naturales, o demoliciones
planificadas. Las referencias históricas sobre la aniquilación violenta de
ciudades y poblados, son extensas. Pero lo primordial, aunque abruptamente
rescatable, es que estas destrucciones por fatídicas o adversas, han encontrado
su sitio en nuestro imaginario cultural y varias de ellas han sido artífices de
prometedores episodios de progreso.
Las construcciones, las empresas humanas son más frágiles de lo
que parecen; vastos poblados y grandes monumentos han sido susceptibles de ser
ensordecidos y su imagen es absolutamente lejana, por ejemplo, a aquellos
románticos cuadros de Hubert Robert. Las huellas físicas y psicológicas y el devastador paisaje de estas ruinas
contemporáneas no representa, como en la antigua Roma, la grandeza
inconmensurable de su cultura, representan la fragilidad de la actual población
de nuestro mundo globalizado ante la naturaleza y ante su propia existencia.
Sin embargo, aunque ya no existe la melancolía ante la ruina
desgastada por el tiempo, y sólo está la memoria sobre escombros plasmados en
una imagen mediática, virtual y persistente, es pertinente hablar de
destrucción, dolor, vacío, para poder abordar su reverso: LA CONSTRUCCIÓN. Esa (re)construcción que se realiza
inevitablemente a través de la MEMORIA.
“Koyaanisqatsi”. Portada Banda Sonora
[1]
SERLIO, Sebastiano. “I sette libri dell’ archittetura” en: RAMÍREZ, Juan Antonio. “De la ruina al polvo. Historia sucinta de la
destrucción arquitectónica”. En “Arquitectura Viva”. No. 79-80. Año 2001. Pág.
100
[2]
RAMÍREZ, Juan Antonio. Op.
cit (1) Págs. 100-105
[3] REGGIO, Godfrey. “Koyaanisqatsi: Life out of
balance”. Género documental. 86 min. Estados Unidos. 1982
[4] Proyecto de vivienda colectiva del
arquitecto Minoru Yamasaki, ubicado en St. Louis, Missouri, cuya construcción
culminó en el año 1954.
[5]
BRISTOL, Katharine. “The Pruitt-Igoe myth”. En “EGGENER, Keith. “American
architectural history: a contemporary reader”. Ed. Routledge. Nueva York. 2004. Págs. 352-364
[6] SCHUTZ, Heinz. “Fame + Ruins”. En “Architectural
Design”. No. 154. Págs.
54-57. Noviembre 2001
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THE INEVITABLE
FACE OF CONSTRUCTION
Verónica Rosero
METALOCUS. “In Treatment”. June 2011. http://www.metalocus.es/content/en/blog/inevitable-face-construction-treatment-f
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The
greatness of Rome is still present on the value of its remains.
Ruins are not only the reminder of an
ideal past but also a representation of the natural death of architecture. Its
importance was obvious during the Renaissance when the Greek-Roman ruins were
seen with melancholy. Archaeological awareness was directed towards them; to
the extent that its admiration generated a specific genre, the “painting of
ruins”, as the ones made by G.B. Piranesi or Hubert Robert who found in them
inspiration to create their work.
Ruins were an invitation to the
reproduction of the present, still; they were essentially a symbol of the
fading of human companies. Nevertheless, this slow and sorrowful degradation
doesn’t seem to obey to cultural dynamics of modern times. Our contemporary
world grants privilege to sudden and violent destruction. Twentieth century
wars based upon a sustained model of aggressive destruction devastated entire
settlements, which later produced essential changes in architecture and
urbanism.
In the early 21st century we all
witnessed the attack to the Twin Towers. This episode caused on people
worldwide further emotional impact than any other architectonic destruction and
reminded us, altogether, of Sodom and Gomorrah fire and sulfur, the flames or
rays that according to old stories demolished Babel Tower, the hell-like
volcano structures imagined by “El Bosco” and Guernica´s absurd attack[2]. Absolutely unhopeful, the
21st century comes hand in hand with real ecological threats and wars.
Some decades ago, such
persistent apocalyptic thinking could be observed in the documentary film Kooyaanisqatsi[3]. Its director, Godfrey
Reggio, would produce the film over a period of time in which postmodernism
over modernism was a matter of serious debate. Koyaanisqatsi, with his clear
moral position on the state of the culture of great cities, and with an implied
semiotic message on postmodern issues, leaves us a controversial episode of the
documentary to debate upon: the demolition of Pruitt-Igoe[4], which the audience
watches as omniscient spectators to the spectacle.
After two decades of not
only severe socioeconomic problems, but also ethnic and genre related issues
Pruitt-Igoe failed along with the unsuccessful housing policies from its
generation. Hardly any images in the history of architecture are as impressive
as the ones from its demolition in 1972. Pruitt-Igoe, both architectonic icon
and myth[5], is not only the metaphor
of the Apocalypse of Koyaanisqatsi but also the profound fascination to the
image itself, as it is the architectonic outburst, the remains in the very
moment of their creation.
Pruitt-Igoe suggested an underlying
victory of postmodernism over modernism, and its speech came along with memory
as the main point of debate of postmodern thinking. It was about the memory
embedded in the nostalgic feelings of ancient ruins.
This debate takes place inside of a
context in which the willingness of feeling fulfilled through the media, of
being “immortal” becomes compulsive behavior.
In 1980 a group of artists called
Teilbereich Kunst, made reference to Herostratus in their exhibition. Sentenced
to death 2000 years ago (365 bC), after burning the temple of Artemisa in
Ephesos, Herostratus committed such atrocity with the unique aim of ensuring
his place in history. Heinz Schutz compares Herostratus with Pruitt-Igoe: Ruins
equals Fame[6]. They both were condemned
to forgetfulness; nonetheless, they undeniably became part of History.
Architectonic and urban destruction
has been brought about by different factors or causes such as natural
disasters, wars, or deliberate demolitions. Historical references on violent
towns and cities destruction are largely widespread. But what is fundamental,
though abruptly evident, is that such fatal and undesirable destructions have
found their place in our cultural minds and many of them have become the
origins of promising episodes of progress.
Constructions and human
companies are far more frail than they seem; vast towns and great monuments
have been vulnerable of being deafened, and their image is completely distant,
for instance those romantic paintings by Hubert Robert. The physical and
psychological traces and the devastating landscape of these contemporary ruins
do not represent, as in ancient Rome, the incommensurable greatness of their
culture. In contrast, they represent the weakness of current population, of our
globalised world facing nature and human existence itself.
On the other hand, even if that
feeling of melancholy of ruins worn away by time no longer exists, and there is
merely the memory of wreckage embodied in a virtual and persistent image of the
media, it is relevant to talk about destruction, pain, emptiness; to be able to
approach its inevitable face: CONSTRUCTION, that (re)construction that is
inevitably made through MEMORY.
[1]
SERLIO, Sebastiano. “I sette libri dell’ archittetura”. In: RAMÍREZ,
Juan Antonio. “De la ruina al polvo. Historia sucinta de la destrucción
arquitectónica”. In “Arquitectura Viva”. No. 79-80. Year 2001. Pg. 100
[2] RAMÍREZ, Juan
Antonio. Op. cit (1) Pgs. 100-105
[3] REGGIO, Godfrey. “Koyaanisqatsi:
Life out of balance”. Documentary film. 86 min. United States. 1982
[4] Social housing project by the
architect Minoru Yamasaki, located in
St. Louis, Missouri, whose construction was finished in 1954.
[5] BRISTOL, Katharine. “The
Pruitt-Igoe myth”. In “EGGENER, Keith. “American architectural history: a
contemporary reader”. Ed. Routledge. New
York. 2004. Pgs. 352-364