EL CONEJO POR LA CALLE
Verónica
Rosero
Publicado originalmente en CARDUS. Revista de Estudios Urbanos. Año I, No. 3, Invierno 2010. México. http://www.revistacardus.com
El
reloj, la construcción social del tiempo y la velocidad han generado no sólo
profundas transformaciones en lo urbano y lo tecnológico, sino que han propugnado
una nueva forma de habitar la ciudad. La narración paralela de la historia de
una personaje cotidiano, intercalado con breves argumentos técnicos, teóricos o históricos, dan soporte a este fenómeno que va de la mano de la obsesión por el
tiempo.
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Salgo de mi casa a las
xxhxx, camino ágilmente por la calle, espero impacientemente el metro que llega
en x minutos, y se demorará x tiempo en
llegar a la estación de mi destino. Me bajo del vagón, salgo de la estación, camino
por la calle; llego puntual a mi “destino”, aunque tranquilamente, por la
esencia de los hechos, podría llamarlo “objetivo”.
A
través de Internet puede conseguirse previamente los datos aproximados aunque
bastante certeros de tiempos en transporte público, privado, o a pie. Por poner
un ejemplo aleatorio, si he de dirigirme en Madrid a la Plaza de la Puerta del Sol, desde una
estación cercana (Banco de España), entre las páginas maps.google.es y
metromadrid.es, puedo obtener los siguientes datos: a pie entre 11 y 13 minutos,
en automóvil 8 minutos, en bus entre 5 y 9 minutos (según la línea) y Metro 18
minutos. (Debe tomarse en cuenta que estos cálculos son realizados en función
de un tiempo, con una velocidad constante sobre el espacio)
En
esta plaza se encuentra el edificio de la Real
Casa de Correos, construido en al siglo XVIII el cual posee
un reloj, cuya torre y templete fueron construidos en el año 1855. En este sitio
donde se encuentra, adicionalmente, el “Kilómetro cero” de las carreteras
radiales españolas, es el sitio tradicional de encuentro de los capitalinos
para el ritual de las doce uvas del fin de año. Su reloj actual, obra del
relojero Losada, fue colocado en el año 1866, época en la que paralelamente
acontecerán hechos a los que se hará referencia posteriormente. Cuenta Luis
Alfonso Luengo en su libro dedicado a este reloj[i], la
manera en cómo, este aparato vino a reemplazar otros relojes anteriores en
consecuencia de las constantes quejas de los madrileños ante los problemas técnicos
que provocan inexactitud en el marcado de las horas.
En x tiempo, abandono este
sitio, tal vez por una voluntaria distracción llevo x minutos de retraso por lo
que agilizo el paso por la calle para
tomar nuevamente el transporte público e intentar llegar puntual a mi
siguiente “objetivo”. En el trayecto, un viandante me pregunta -¿sabe usted la
hora? -son las xxhxx - a lo que él, seguido un ¡gracias!, camina con paso
ligero. También debo apresurarme, pues debido a esta nueva pequeña
eventualidad, temo perder el tren…
Una
eventualidad en un determinado recorrido implica una relación
tiempo-espacio-velocidad, donde el tiempo de desplazamiento está sujeto a una
velocidad variable. Importantes aportes científicos sobre las teorías de
espacio-tiempo fueron contribución de Albert Einstein quien llegaría durante la
primera Guerra Mundial a Zúrich, capital de la relojería, y que además de ser
característica por la enorme cantidad de relojes en las torres de las iglesia, posee
en una de sus plazas uno de los tres relojes más grandes del mundo. Entre otras
curiosidades se puede encontrar amplia oferta de relojes cucú (being cuckoo, en inglés, que significa,
estar loco). Más allá de su relación con los relojes también, está asociada a
curiosas cuestiones meteorológicas y míticas, en las que dicha ciudad a
principios del siglo XX aparece ligada a la idea de transgresión, subversión,
revolución, cuando no directamente a la locura.[ii]
Camino por la calle,
mientras escucho la radio, con los auriculares puestos. Mientras me dirijo a mi
siguiente punto de conexión para poder desplazarme a mi siguiente objetivo,
hago un zapping de las emisoras y escucho casualmente la siguiente frase: “…si
me pides un minuto, yo te compro un reloj…”
Sabio
artilugio el reloj. Y vaya obsesión con
el tiempo. ¿Cuándo empezó tentativamente esta obsesión? Belén Gache en su
relato sobre Zúrich en “Ciudades posibles”, hace referencia al conejo del
cuento de Lewis Carroll escrito en 1865, siempre con reloj en mano, y siempre
apurado. Aunque más de medio siglo antes ya se había inventado la primera
locomotora en Gales, el ferrocarril empieza su desarrollo por esta época como
parte de la
Revolución Industrial y tendría un importante peso en el
desarrollo urbano, aunque un tanto menos que las carreteras en el s. XX, y en el s. XXI podría compararse –aunque en
otra escala– con la influencia de los aeropuertos en las ciudades y la economía
local y global.
Así
como estas innovaciones en los medios de transporte fueron determinantes para
el desarrollo urbano, también han representado un avance en cuanto a conexiones
entre lugares, con considerables incrementos de velocidad que han permitido el
desplazamiento de personas y mercancías en períodos reducidos de tiempo. Por
tanto, con el advenimiento de la
Revolución industrial, la vida del hombre comenzó a verse
dominada por el reloj y las máquinas.
Para
el siglo XXI la importancia creciente de las telecomunicaciones y las mejoras
en los sistemas y las redes de transporte son parte inherente de transformaciones
en las ciudades, pero primordialmente, han modificado la manera de habitarlas.
A los flujos de personas, bienes y mercancías se le suma la circulación de
información. Todos estos flujos y sus relaciones se extienden sobre el
territorio a partir de una utilización más intensiva de los medios de
transporte cuyos saltos tecnológicos entre otros, contemplan inexorablemente la
disminución de tiempos de conexión. Se pretende por tanto la aniquilación del
espacio a manos del tiempo, cuya comprensión, en términos marxistas, sería la
consecuencia lógica de la progresiva introducción de tecnología para facilitar
y reducir el tiempo necesario entre las comunicaciones entre personas y entre
territorios.[iii]
Después de un agitado
itinerario, me dirijo a las xxhxx a mi siguiente objetivo. Un grupo de
activistas ecológicos se ha tomado la calle para sus protestas, mientras unos
cuantos se paran a la “caza” de algún peatón con cara de que “tiene tiempo”
para explicarle su causa. ¿Tienes un minuto?... Recuerdo en la ingeniosa frase sobre el minuto y el reloj. De buena gana le “regalaría un
reloj”, he corrido todo el día con el afán de estar a tiempo en n sitios, pero
como esto de comprar y regalar relojes no funciona como por ejemplo, con los caramelos, decido “darle el minuto” al entregado activista. Este “minuto” en
realidad fueron xx minutos; miro el reloj y una vez más me apresuro, porque
tengo el tiempo encima.
Sigfried Gedion menciona una segunda etapa de la arquitectura del
siglo XX, la cual se ocupó, fundamentalmente, de la humanización de la ciudad y de la
recuperación del derecho humano inalienable del peatón que
paulatinamente ha sido barrido por el motor de gasolina… la reconquista de los
derechos del peatón –la Royauté du piéton, como lo expresa Le
Corbusier– aquellos derechos que no sólo están amenazados, sino destruidos en
gran medida, es una de las primeras tareas del urbanismo actual[iv].
¿Dónde
puede reconocerse en la megalópolis un rastro de vida social, una experiencia
social de tipo elevado, que no sea la contemplación pasiva…? Se pregunta
Gedion. “Basta con recordar cómo en París y en toda Francia, se celebra el 14
de julio; cómo tras la reconquista de París y tras el final de la guerra en
1945 se congregó la masa en Nueva York en el pequeño espacio de la Plaza
Rockefeller…”[v]. Permanecer en la calle o
desfilar en ella, lo humanamente espontáneo se encuentra latente en la masa[vi]. Ser
actor o espectador.
Dentro de mi agitado
itinerario he planeado tomar un café con un amigo de aquellos que
(afortunada o desafortunadamente) gozan de
“tener tiempo”. Unas cuantas
palabras, unos pocos sorbos de café, me sugiere algunos itinerarios
interesantes por la ciudad –tomo apuntes
mentales por si algún día se da la oportunidad. -¡Debo irme amigo! -¡Lástima!
Ya encontraremos otra ocasión para continuar con la conversación-. Lástima,
estaba disfrutando de la tertulia y del agradable sitio en un recogido
callejón, de esos en los que parece que la vida transcurre a otra velocidad.
Salgo, doy la vuelta a la calle, y me incorporo nuevamente en la frenética
avenida que me inmiscuye nuevamente en mi ajetreada vida. ¿Qué te puedo decir?
¡Soy como el conejo de Alicia! “No ves, no ves, ya son más de las diez, me voy,
me voy, me voy”…
A principios del s. XX, artistas
pertenecientes al movimiento artístico denominado dadaísmo, plasmaron en sus obras las críticas a la sociedad industrial, buscando sustraerse del
tiempo social mensurable, del tiempo moderno productivo en general. Este
movimiento propugnaba la desenfrenada libertad del individuo, la espontaneidad,
lo inmediato, lo aleatorio, la crónica contra la intemporalidad, la
contradicción. De este modo, buscaban sustraerse del tiempo de la razón, del
tiempo histórico, sugiriendo otra clase de tiempos: el tiempo de la locura, el
tiempo de los sueños.
De
allí empezaría también empezaría a surgir la idea de “deriva”, acción espacial
que se rebelaba contra la lógica del tiempo que, según la compresión
espacio-temporal y la nueva construcción cultural de la velocidad, se mostraba
como elemento constrictivo del peatón. Así en lugar de la restringida rutina de
un trayecto, se presenta un itinerario traspasado por intersecciones y
desviaciones, con movimientos libres y abundantes de posibilidades. Esta acción
implicaba por tanto un cambio cualitativo en la propia percepción de la
velocidad, el espacio y el tiempo. Sin embargo, la complicación llega cuando
dicho acto se asocia con la “pérdida de tiempo” ó “matar el tiempo”[vii],
algo impensable en el marco de la producción tecno-capitalista.
Es justo y necesario
regresar a casa. He cumplido casi a cabalidad con la agenda planeada para hoy.
Aunque… curiosamente, siempre termino sintiendo que me “falta tiempo”. Y
entonces pienso: si el día tuviera 25, ó ¡mejor aún, 26 horas! ¡Cuánto más
haría! Camino por la calle, e intuyo que por cuestión de costumbre, no he disminuido
mi ritmo al andar.
…la
fragmentación propia del que transita las calles sólo de paso.
[i] ALONSO
Luenga, Luis. “El reloj de la Puerta del Sol”. Ed. Comunidad de Madrid, Consejería de Cultura,
Secretaría General Técnica. Madrid. 1990
[ii] GACHE,
Belén. “Zúrich: de relojes y máquinas del
lenguaje”. En: BECERRA, Eduardo. Ed. “Ciudades
posibles. Arte y ficción en la constitución del espacio urbano”. Ed. 451Editores.
Madrid, 2010. Págs. 33-46
[iii] MUÑOZ,
Francesc. “Urbanalización. Paisajes
comunes, lugares globales”. Ed. Gustavo Gili. Barcelona. 2008. Pág.
[iv] GEDION,
Sigfried. “ Escritos escogidos”.
Ed. Colegio Oficial de Aparejadores y
Arquitectos Técnicos de Murcia. Murcia. 1997.
Págs. 180-181
[v] Ibídem
(4)
[vi] Op.cit.
(4) Pág. 188
[vii] Op.cit (2)