LA CASA ECUATORIANA: UNA PUERTA DEL PRESENTE

REVISTA CASAS INTERNACIONAL: ECUADOR
Editorial Diseño. Ciudad Autónoma de Buenos Aires. 2018
ISBN: 978-1-64360-031-4

Dirección: Guillermo R. Kliczkowski
Coordinación editorial: Marcelo Camerlo
Editora invitada: Verónica Rosero



Portada CASAS INTERNACIONAL: ECUADOR

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LA CASA ECUATORIANA: UNA PUERTA DEL PRESENTE
Por Verónica Rosero


"El poeta no es el 'autor' en el sentido tradicional de la palabra, sino un momento de convergencia de las distintas voces que confluyen en un texto"[i]

Convergencias. Toda obra con implicaciones creativas busca inevitablemente una 'intersección de tiempos', un encuentro entre aquel momento en el que fue creada y el tiempo en el que ésta perdura. Octavio Paz denomina a este fenómeno como el 'punto de convergencia', asunto que implica una perspectiva dinámica desligada de la visión única del autor o de un único observador, tomando en cuenta a la lectura de la obra como un acto histórico y a la vez transhistórico que sucede a través la interpretación de múltiples lectores en tiempos distintos. Si bien habla de poesía, su texto es extrapolable a la obra arquitectónica, y así como la poesía existe a través de la lectura, la arquitectura existe a través de la vivencia y la crítica.

El autor o autora es el primer 'lector' de su proyecto; su lectura es consecuencia de su propio proceso creativo, resultado del tiempo y espacio en el que lo desarrolla, influido por aquellos que le anteceden, por las tendencias contemporáneas, y por el deseo de innovar. La lectura del autor -aprehensible aquí a través de los textos de síntesis descriptiva de cada obra- es en principio una primera lectura disciplinar, sesgada por lo meramente cognoscible del acto de crear; una lectura como la de un espectador ante el espejo. No obstante, su visión es una lectura incompleta, un producto que requiere de las interpretaciones y recreaciones de otros, aquellos que observan, viven, retratan o critican su obra. Así, la obra como tal no posee un carácter definitivo, pues cada lectura 'produce' una obra distinta sometida a un proceso de intersubjetivación, tejiendo esa primera aproximación con el retrato de la obra por los fotógrafos y su visión particular y en cierto modo tendenciosa, con un metalenguaje propio que responde a la posición privilegiada de lo visual en la arquitectura y al discurso detrás de cada imagen congelada.

Mi lectura procura integrar de manera discursiva, aunque sintética, estas lecturas sobre la presente selección de casas ecuatorianas, una selección basada en la visión crítica de la obra, inevitablemente subjetiva pese al bagaje y a la formación de quien escribe, dejando abierto el discurso a la continuidad y a nuevas interpretaciones. Quien lea este prólogo o consuma esta obra visualmente es otro interprete de la obra, así como lo son los habitantes de cada casa, principales actores, desprejuiciados de cualquier interpretación disciplinar, simplemente vinculados a lo primitivo del hogar y/o al hedonismo del habitar. 

Con esta intención reuní en una cafetería quiteña a varios de los autores de la presente selección, para hablar sobre su obra y su proceso creativo. En una conversación que combinó la anécdota con la seriedad del oficio, compartimos una tarde-noche amena de esa primera lectura autoral. Entre clientes comunes, familias particulares, encargos secretos y encomiendas caprichosas, los muros de cada vivienda cuentan una historia de la identidad de cada habitante. De esta conversación, recojo algunas breves percepciones de los autores sobre su propia obra. Gabriela Naranjo y Cristina Hernández resaltaron un proceso de diseño fluido en conjunto con el cliente, con principios basados en la experiencia del paseo y el corredor como parte de la estética de la casa. Carolina Vaca describió de manera pragmática su proceso de diseño, otorgando protagonismo a los materiales, donde el principal partido se deriva de la adaptación paisajística a la cordillera andina a través del manejo de cubiertas. Daniel Moreno enfatizó en la constelación de ideas con el propietario de la casa, su forma de vida y su gusto por los containers, resaltando también la presencia de la  topografía andina y el contacto con el paisaje. Patricio Guerrero, probablemente el arquitecto con más años de ejercicio profesional entre los presentes, resaltó la importancia de la disciplina y del legado histórico más que de la experimentación. Habló de la relevancia de la estructura de la forma vinculada al lugar, de la geometría como parte del lenguaje del hombre con la que se subordina al lugar y de la planta arquitectónica como ‘todopoderosa’. María Samaniego y Adrián Moreno explicaron cómo paulatinamente han depurado su método proyectual, siendo rigurosos en la búsqueda de la tipología, la geometría y otras herramientas universales, haciendo incapié en lo fundamental de los procesos constructivos y en la estructura como parte de la narrativa histórica de la arquitectura.

Asistieron también dos de los fotógrafos, Sebastián Crespo y Andrés Fernández, que retrataron varias de las casas aquí publicadas.  Su lectura fue un interesante aporte: en su condición de ‘no arquitectos’ cumplen no solo la función de ayudar al autor a narrar su obra a través de la imagen; son observadores externos, algo distantes y neutros, alejados del enamoramiento que pueda tener el autor de su propia obra, valorando la realidad del proyecto. Esto significa que realizan una narrativa propia, a diferentes horas, con diferentes climas, más allá de la espectacularidad, convirtiéndose en críticos de la obra, aunque el autor descarte a posteriori fotos menos espectaculares.

Acontecimientos. Posterior a un acto de alejamiento de la afección o gusto estético que pueda implicar una obra, y desligándome de la tentación de puntualizar sobre las fortalezas específicas de las casas seleccionadas, me interesa hablar sobre el resultado de la selección como acontecimiento, para entender con perspectiva el carácter general de las obras. Si bien las casas expuestas en este número no representan a la totalidad de la producción ecuatoriana, la selección permite reflexionar sobre tendencias proyectuales, estrategias de diseño recurrentes y estilos contemporáneos. No obstante, mi aproximación será más que de catalogación estilística, de reflexión sobre la noción de contemporaneidad. Como responsable de la selección, soy la observadora distante de una muestra que ejemplifica algunas voluntades de experimentación en la arquitectura ecuatoriana contemporánea en cuyas estrategias proyectuales está involucrada la pretensión de innovar. 

Para ello, es preciso entender que ser contemporáneo es un acto ‘intempestivo’[ii], una postura que parece querer desafiar a la propia generación, procurando adelantarse a ese tiempo y ser un 'vanguardista', tomando una posición con respecto al presente a través de la experimentación. No obstante, ser contemporáneo implica inevitablemente estar 'atado' a coyunturas globales: en Ecuador las tendencias neo-industriales o neo-brutalistas son las más recurrentes, expresadas a través del uso reiterativo de materiales como el acero, la madera, el hormigón, el ladrillo, en un estado relativamaente puro. El nivel de madurez depende de las estrategias proyectuales: su utilización se justifica unas veces desde la franqueza del proceso constructivo, desde la estética del material inalterado o de un apego a la identidad y recursos locales. Otras veces es una herramienta recursiva de ahorro económico o de aparente reducción de huella ecológica. Tampoco se escapa de ser un recurso relacionado a estrategias menos maduras y más 'mainstream', resultado de la proliferación de la cultura hipster y del halo de glamour que ha adquirido lo inacabado

Las recurrencias y semejanzas, así como las excepciones y sorpresas de las casas ecuatorianas, desde su condición contemporánea y pese a su propio afán de innovar, tienen que ver, más que con el hecho de trascender, con el hecho de converger. La arquitectura ecuatoriana, a pesar de su carácter low tech, participa de una serie de procesos de reinterpretación y por qué no, de maduración. En este transcurrir llevan el hilo conductor de los pioneros de la arquitectura ecuatoriana, cuya destacada participación data de la segunda mitad del siglo XX, con su propia reinterpretación, contextualización e hibridación del movimiento moderno.

Desde múltiples estrategias proyectuales, esos pioneros encontraron su punto de convergencia en sus 'innovaciones' que vieron la luz entre las décadas de 1950 y 1970, hoy valoradas desde una crítica anacrónica, una mirada distante, con perspectiva, que va más allá de la catalogación estilística, persiguiendo siempre de un modo u otro, la modernidad. Al respecto, una vez mas, Octavio Paz hace una puntualización fundamental en su discurso La búsqueda del presente

La modernidad ha sido una pasión universal. Desde 1850 ha sido nuestra diosa y nuestro demonio. En los últimos años, se ha intentado exorcizarla y se ha hablado mucho del “posmodernismo”. Pero ¿qué es el posmodernismo si no una modernidad aún más moderna? Para nosotros, como latinoamericanos, la búsqueda de la modernidad poética es históricamente paralela a los repetidos intentos de modernizar nuestros países.[iii]

En la misma línea, las aproximaciones de Marina Waisman con respecto a la arquitectura latinoamericana permiten la comprensión de los acontecimientos de la arquitectura ecuatoriana en el marco de la modernidad desde un contexto más amplio, tal como relata María Rosa Zambrano en su estudio sobre las Corrientes posmodernas vistas desde América Latina[iv]. Para Waisman el ‘anhelo de modernización, así como la búsqueda de identidad y la apreciación sensible del lugar, han estado siempre presentes en Latinoamérica, dando como resultado una arquitectura que superó los paradigmas del Movimiento Moderno, estableciendo relaciones equilibradas entre el lenguaje moderno y el contexto local. En este sentido, una arquitectura que en principio podía ser considerada como ‘periférica’ resulta ser una arquitectura ‘divergente’, palabra más vinculada a la vanguardia, dado el carácter sincrético de la obra.

Desde una perspectiva local, en su estudio Arquitecturas híbridas de culturas híbridas. El caso de Quito en el siglo XX[v], Néstor Llorca explica cómo la hibridación es una constante en la arquitectura local debido a que sus procesos están inevitablemente sujetos a la adaptación y contextualización de influencias extranjeras, principalmente europeas, “dando como resultado producciones arquitectónicas con una fuerte carga local y en muchas ocasiones una difícil lectura del movimiento del que surgió su primera motivación proyectual.” Su estudio realiza una analogía de la teoría de Néstor García Canclini sobre la forma en la que los fenómenos de interculturalidad, recepción de lo extranjero y reconfiguración conceptual ocurren en Latinoamérica a partir de la década de 1940, planteando una serie de bases que codifican el proceder de la arquitectura local no sólo en el movimiento moderno, sino también en la contemporaneidad dadas las condiciones locales que pueden ser de carácter tanto cultural como físico.

Con este bagaje la actual generación, autora de las casas aquí expuestas, es el resultado de un tiempo que construye cultura arquitectónica desde lo mediático, adquiriendo posturas (e incluso disputas en correspondencia sincrónica con la realidad económica y política del país) que se debaten entre vertientes más cosmopolitas y otras más localistas, entre lo tecnificado y lo artesanal, entre la austeridad y el lujo. Este ambiente recuerda de alguna manera al contexto del arte literario –extrapolable a otras artes–  de hace un siglo explicado por Humberto Robles en su texto La noción de vanguardia en el Ecuador, caracterizado por tendencias que oscilan entre el ataque al statu quo, la llamada a la innovación técnica, la crítica a la cultura vigente, los proyectos activistas,  así como los discursos que disputan sobre la preeminencia y legitimidad de la obra. Lo cierto es que la convergencia de disputas, tendencias y posturas se presentan sistemáticamente como un ciclo en el que sus productos informan permanente sobre el estado de la ‘noción de vanguardia’. Sí, simplemente noción, pues en este sentido, Robles aclara que en Ecuador no siempre es lícito es hablar de Vanguardia, con mayúscula, que alude a la Vanguardia histórica europea, sino de la noción de vanguardia, con minúscula, que remite al fenómeno ecuatoriano y por contigüidad, al hispanoamericano[vi].

Cultura visual, cultura local. Independientemente de la postura asumida, la cultura del consumo visual es una situación transversal. Casualmente, varias de las fotografías de las obras seleccionadas tienen un autor común, cuyo lente ha retratado desde hace varios años a numerosos proyectos premiados y ampliamente publicados. No es una novedad el discurso detrás de la foto arquitectónica; su relevancia se ha afianzado paulatinamente desde que el movimiento moderno se apuntaló a través de la imagen y la voluntad mediática, hoy manifestada cada vez más enérgicamente.  Los propios fotógrafos han encontrado que los autores más jóvenes buscan mayor espectacularidad en las fotos de su obra, y ven a la contratación del fotógrafo como una inversión que potencialmente puede catapultarles al éxito.

El contexto político-económico del país ha sido también el paraguas de la dialéctica entre las diferentes aproximaciones proyectuales. Los años de bonanza gracias al segundo boom petrolero en Ecuador (coetáneo a la crisis económica europea) prepararon el territorio a la nueva generación. En este panorama, independientemente tanto de la calidad de la obra como de la disponibilidad de recursos para su ejecución, el posicionamiento ideológico ha sido prácticamente obligatorio, lo que ha repercutido en el resultado final. 

Pese a las diferencias, una vez que las disputas desaparecen queda la obra de calidad, y en ese espíritu, sería necio intentar encontrar atributos compartidos que definan a la casa ecuatoriana. El interés de su producción está precisamente en el hilo conductor del debate donde cada autor/a toma una postura por oposición o afinidad, entre la austeridad o el despliegue de recursos, entre la complejidad o la sencillez, entre lo mimético o lo suntuoso. En dicha dialéctica cabe también el debate y cuestionamiento sobre la experimentación en la ciudad dispersa donde se insertan estas obras de carácter experimental que expanden cada vez más la suburbia en el complejo, rico y biodiverso territorio ecuatoriano. En el camino de ese debate experimental y empírico, sucede esa búsqueda de querer ser vanguardista en el siglo XXI, y de establecer paralelamente un discurso contemporáneo, en el mismo sentido que el propio Octavio Paz intentaba ser moderno en el siglo XX, para encontrar finalmente que la modernidad, así como la contemporaneidad, son palabras de significado incierto y arbitrario, una especie de espejismo en donde finalmente no se busca una puerta al futuro (siempre inalcanzable), sino la puerta del presente. En medio de esta búsqueda se encuentra al pasado, y las nuevas técnicas y estrategias tejen puentes entre la tradición y la contemporaneidad, entre localismos y globalismos. Aislar ambas posturas nos estancaría en la pura tradición y descontextualizaría la innovación, condenándonos a una ortodoxia carente de reflexión.

Considero que la arquitectura ecuatoriana es diversa y dinámica; posee múltiples aproximaciones a la puerta del presente, pero no a través de una estética unificada, sino a través de un constante regreso al punto de partida de su razón de ser: la búsqueda de una identidad, quizá hoy en día más antropocéntrica y no necesariamente local, pese al fuerte vínculo con ciertos orígenes culturales y su característico paisaje.

Herencia, presente y prospección. Es en estos tres tiempos donde converge esta reflexión crítica, y en ese espíritu, tanto este texto como las obras están abiertos a la continuidad, a la relectura, en este sistema perpetuo del tiempo que habitualmente desmiente la realidad de cada obra según quien la lee.






[i] Paz, Octavio. «El punto de convergencia.» Revisiones. Revista de crítica cultural, nº 7 (2011): 59-69. Este texto forma parte de Los hijos del limo, publicado en 1974.
[ii] En el texto ¿Qué es lo contemporáneo? Giorgio Agamben menciona a Roland Barthes quien resume lo contemporáneo como ‘lo intempestivo’
[iii] Paz, Octavio. «La búsqueda del presente.» Discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura. 1990.
[iv] Zambrano, María Rosa. «Corrientes posmodernas vistas desde América Latina. La arquitectura “latinoamericana” en la crítica arquitectónica de Marina Waisman.» Rita, nº 4 (octubre 2015): 152-159.
[v] Llorca, Néstor. «Quito, la codificación arquitectónica dle movimiento moderno.» Editado por Cristina Tejedor. Quintas Jornadas de Jóvenes Investigadores de la Universidad de Alcalá. Universidad de Alcalá, 2016. Artículo derivado del estudio doctoral Arquitecturas híbridas de culturas híbridas. El caso de Quito en el siglo XX.   
[vi] Robles, Humberto. La noción de vanguardia en el Ecuador: recepción, trayectoria y documentos (1918-1934). Quito: Universidad Andina Simón Bolívar / Corporación Editora Nacional , 2006.


Agradecimientos: A Marcelo Camerlo por confiarme la presente edición. A los arquitectos autores de las 40 casas enviadas en respuesta a la convocatoria pública para la selección de esta edición. A los autores de las 12 casas seleccionadas y a sus fotógrafos. A Cristina Loya, estudiante de arquitectura, por su colaboración. A Hugo Ordóñez por sus valiosas recomendaciones. A Néstor Llorca por el conocimiento compartido sobre la arquitectura ecuatoriana.


CASAS PUBLICADAS: 

Casa Retoños. Ese Colectivo

Casa odD. Lucas Correa


Casa Las Peñas. C3V Arquitectura

Casa DRP. El Taller 2014-2015

Casa de la Loma. Iván Andrés Quizhpe

Casa RI. Arquitectura X

Casa Salguero. Patricio Guerrero

Casa El Alto. Javier Durán, Iván Sinchi, Ma. Augusta Hermida

Casa Horizontal. Juan Tohme

Casa de los mil y un cuentos. Natura Futura

Casa EH. Cristina Hernández, Gabriela Naranjo

Casa Ortega. Estudio A0


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