ESTIMULAR LOS SENTIDOS: de cafés y cafeterías

Verónica Rosero 

Junio 2011
Publicado originalmente como "Arquitectura natural/estimular los sentidos" en: METALOCUS


 Fotografía: Verónica Rosero



Te invito a pensar en las siguientes elementos de "Arquitecturas naturales": una planta de cafeto, los vasos sanguíneos que irrigan el cerebro, las ramas de cualquier árbol…

Ahora piensa en la siguientes "Cartografías": algunos “mapas mentales” propios o ajenos; los flujos que los ciudadanos "telepolitas" generamos en el mapamundi a través nuestra comunicación en las redes, producto de una amalgama de experiencias entre lo cartesiano y lo psicogeográfico.


Arquitectura natural: vaciado en resina de vasos sanguíneos cerebrales. Fuente: “El libro de los Mapas Mentales”

¿Cómo se relacionan estos temas? Tony Buzan, un reconocido científico estudioso del pensamiento irradiante y de la formas de potenciar las capacidades de la mente se vale de numerosas imágenes de arquitectura natural para expresar la manera en cómo nuestro cerebro reacciona al recibir un estímulo exterior. Si bebemos una taza de café por ejemplo, la respuesta del cerebro es, al mismo tiempo, simple y asombrosamente compleja. Cada bit de información que accede al cerebro (olor, sabor, color, temperatura) se puede representar como una esfera central de la cual podrían irradiar millones de enlaces. Cada eslabón representa una asociación, y cada asociación tiene su propia e infinita red de vínculos y conexiones[1]

Mapa mental


Un mapa mental comprende el dibujar un organigrama que va recogiendo mediante palabras, colores y dibujos, todos los puntos importantes de un tema, e indica sus distintas relaciones, imitando así la forma en que el cerebro procesa la información y que constituye nuestra manera natural de pensar. Memoria, concentración, lógica y creatividad  se ven potenciadas con este sistema de pensamiento[2]

Buzan sugiere que para activar las capacidades corticales a través del pensamiento irradiante es importante trabajar usando la sinestesia, es decir una fusión de los sentidos físicos. Ya que se ha tomado al café como ejemplo para el pensamiento irradiante, sigamos adelante con ello. La idea del café como bebida, además de ser un estimulante del sistema nervioso, topa sin duda varios sentidos, pero primordialmente me transporta al Café como lugar[3].

La cultura del Café-bar  de la sociedad europea que de manera híbrida se trasladaría a varias ciudades latinoamericanas, es un práctica que me cautiva, especialmente por la manera en cómo desde hace siglos ha recreado sus arquetipos urbanos a través del recorrido por estos cálidos lugares. Es el Café el sitio de encuentro urbano por excelencia, tanto si es obra de manos anónimas, como si ha sido reconocida por la alta cultura arquitectónica o el interiorismo de vanguardia.

El Café da escala a un espacio público de representatividad social, de identidad urbana, es una puerta de la ciudad que permite acceder a un lugar confortable que invita al intercambio. Ya sea como polo cultural o como condensador social, el Café presenta una serie de invariantes tangibles o intangibles que inducen al reconocimiento de elementos arquetípicos que hacen que la esencia del programa arquitectónico tenga un estrecho vínculo con un modelo de ciudad[4].


Café literario. Museo de cera de Madrid

El Café es definitivamente una tipología para los sentidos.  La atmósfera interior otorgada por los símbolos que hacen a su imagen como el equipamiento, la iluminación, las texturas, los olores, la música,  a la vez que se impregnan  en la memoria individual conforman paulatinamente una memoria colectiva. Es en definitiva un lugar inspirador, que invita a la producción explosiva de ideas.

“No se ha inventado mejor lugar de encuentro que el café  es un terreno neutral, (…) en el que nadie es forastero, precisamente porque todo el mundo lo es”[5]. Las redes virtuales nos permiten conocer realidades distintas, culturas distintas.  Somos parte de fuertes cambios culturales globales que se reflejan por ejemplo en los hábitos de consumo  y se manifiestan en la sustitución del café tradicional por nuevas formas comerciales.

Sin embargo, estoy segura que nos queda aún el Café de siempre en el que “…más allá de los gestos exteriores… tal como lo sugiere Portzamparc en sus palabras, podrá anudarse un romance y se trenzarán los grupos en discusiones políticas y en hondas cavilaciones en torno de la vida y de la muerte, del amor y la traición, del placer y del dolor. Si esto sigue siendo posible está a salvo el espíritu que distingue al café de  cualquier otro lugar…”[6]

Este texto que ha sido elaborado como parte de la sección In Treatment de la revista METALOCUS forma parte de una diversidad de los textos que han conformado esta sección, en una suerte de antología de interiorizaciones/ exteriorizaciones provocadoras y  estimulantes. Cada texto es la búsqueda de la transformación de la percepción de los territorios globales partiendo del territorio personal, ambos redibujados con tácticas e interfaces híbridos.

Finalizada la primera temporada, ahora ya "desahogados", nos levantamos del sofá de In Treatment. Nos vamos a tomar un café, a incubar nuestras ideas, a estimular los sentidos a través de los arquetipos urbanos de cada contexto y de nuestras cartografías mentales, en busca de una nueva explosión de ideas. ¡Hasta el próxima temporada de In Treatment METALOCUS!


[1] BUZAN, Tony. “El libro de los mapas mentales: cómo usar al máximo las capacidades de la mente”. Ed. Urano. Barcelona. 1996. Pág. 63
[2] Op. cit (2)
[3] Se usa a lo largo del texto la palabra Café con mayúsculas para hacer referencia al lugar, y café con minúsculas para referirse a la bebida o grano.
[4] FERNÁNDEZ Quinteiro, Laura. “Arquetipos de una identidad urbana: cafés y bares montevideanos”. Tesis Doctoral, Universidad Politécnica de Madrid. 2010
[5] CARANDELL, Luis. Prólogo en: DÍAZ, Lorenzo. “ Madrid: Tabernas, botillerías y cafés”. Ed. Espasa Calpe. Madrid. 1992.
[6] GROSSMAN, Luis. Prólogo en: MONTANARO, Hugo; et. al. “The best of bars and restaurants”. Ed. Kliczkowski Publisher. 1998. Pág. 10

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